A fines de 1807 tuvo lugar un acontecimiento que revolucionó la política española: luego de invadir Portugal, Napoleón Bonaparte tomó España. El rey Carlos IV abdicó en favor de su hijo Fernando VII, pero Napoleón lo capturó e intervino para que en su lugar se nombrara como rey de España a su hermano José Bonaparte, en una serie de traspasos de la corona española conocida como Abdicaciones de Bayona. El pueblo español organizó juntas de gobierno para resistir la ocupación francesa y a los pocos meses la Junta Central de Sevilla, que se atribuyó la autoridad suprema sobre España y las colonias. Esta situación alentó a la infanta Carlota Joaquina de Borbón a reclamar la regencia de las colonias americanas.
En este contexto, Castelli y Álzaga conversaban la posibilidad de expulsar a Liniers y constituir una Junta de gobierno propia, similar a las de la metrópoli. Dicho proyecto no era compartido por la mayoría de los criollos ni por el jefe del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra. Manuel Belgrano propone como alternativa apoyar los planes de la infanta Carlota, a lo cual adhieren Castelli y los demás criollos. Belgrano, de ideas monárquicas, sostenía que el proyecto carlotista sería la forma más práctica de lograr la emancipación de España en las circunstancias vividas. El 20 de septiembre de 1808 Castelli redactó un documento dirigido a Carlota, con las firmas de Beruti, Vieytes, Belgrano y Nicolás Rodríguez Peña.
Sin embargo, Carlota renegó de dichos apoyos: el partido de la independencia aspiraba a establecer una monarquía constitucional con Carlota a la cabeza, pero ésta prefería conservar el poder de una monarquía tradicional. En consecuencia, denunció la carta y mediante su agente Julián de Miguel logró que se detuviera y acusase de alta traición a Diego Paroissien, quien llevaba diversas cartas dirigidas a los criollos. Castelli fue su abogado defensor.
Castelli logró la absolución de Paroissien amparándose en la doctrina de la Retroversión de la soberanía de los pueblos, que sostenía que las tierras americanas eran una posesión personal del Rey de España pero no una colonia española. Dicho criterio ya existía de antaño y se utilizaba para legislar en forma diferenciada en ambos distritos, pero en el nuevo contexto Castelli argumentaba que ni el Consejo de Regencia, ni ningún otro poder de España que no fuera el del rey legítimo, tenía autoridad sobre América. Decía Castelli que "no basta la mera voluntad de los pueblos de España para traer a su obediencia los de las Indias". Bajo estas premisas, Castelli sostuvo exitosamente que ofrecer la regencia a la hermana del rey cautivo, mientras no se negara la legitimidad de Fernando VII, no constituía un acto de traición sino un proyecto político legítimo que debía ser resuelto por los pueblos americanos sin intervención de los españoles.
El 1 de enero de 1809 Álzaga reunió a los batallones de Vizcaínos, Gallegos y Catalanes e intentó una asonada para destituir a Liniers. Unos pocos criollos como Mariano Moreno depositaron sus esperanzas independentistas en la misma, pero la mayoría no: los cuerpos de Patricios, Arribeños, Húsares, Artilleros, Pardos y Morenos, acompañados de los Montañeses y Andaluces fieles a Liniers, ganan la plaza y obligan a las tropas complotadas a retirarse. Castelli apoyó a Liniers y acusó a Álzaga de independentismo. La aparente contradicción radica en que Álzaga no buscaba lo mismo que los criollos: buscaba destituir al virrey que se oponía a sus intereses, pero manteniendo la supremacía social de los españoles peninsulares por sobre los criollos sin cambios. Álzaga fue derrotado y poder de los criollos aumentó: Álzaga y Sentenach fueron desterrados a Carmen de Patagones y las milicias españolas que intentaron la asonada fueron disueltas.
En julio arribó a colonia el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros y los independentistas no se ponían de acuerdo sobre el curso a seguir. Castelli hablaba de retomar la idea de Álzaga de crear una junta de gobierno pero no dirigida por españoles, mientras que Belgrano insistía con el plan carlotista y Rodríguez Peña proponía un golpe militar, con o sin Liniers a la cabeza. Pero quien se impuso fue Saavedra, quien sostenía la necesidad de postergar las acciones: "aún no es tiempo, dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos".
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