Presidente
Cornelio Saavedra
Secretarios
Mariano Moreno
Juan José Paso
Vocales
Manuel Alberti
Miguel de Azcuénaga
Manuel Belgrano
Juan José Castelli
Juan Larrea
Domingo Matheu
Juan José Castelli fue uno de los impulsores de
Sin embargo su contribución más importante fue su acción política que logró la unidad entre las diferentes facciones de la política criolla, sin la cual no hubiese llegado a buen fin la revuelta de Mayo. Cuando llega la noticia de la caída Junta de Sevilla se inicia el proceso que concluiría en
La oratoria desarrollada por Castelli en estas jornadas le hicieron ganar el mote de “el orador de Mayo” y su conducción política fue determinante para el éxito de la revolución. En la jornada del 22 de Mayo, Castelli intentó imponer su idea de que a falta de una autoridad legítima, la soberanía regresaba al pueblo y éste debía gobernarse a sí mismo –la llamada doctrina de la retroversión de la soberanía de los pueblos–. Sin embargo, el Cabildo decidió formar una junta que incluía a Castelli y Saavedra pero que era presidida por Cisneros. Por tal motivo, tanto Castelli como Saavedra renuncian a los cargos y esta junta nunca llegó a gobernar. Inmediatamente, los representantes de las distintas extracciones criollas de la política local comienzan a negociar y conforman la lista de integrantes para
Uno de los primeros actos de gobierno propulsado por Castelli fue la expulsión de Cisneros y los oidores de
Castelli instaló su gobierno en Chuquisaca y comienza a hacer reformas de índole social y económico: proclama el fin de la servidumbre indígena y prohíbe en el Alto Perú. Reorganiza
Sin embargo, a pesar de las profundas transformaciones sociales y políticas que propicia en la sociedad altoperuana a favor de los indios y criollos, esta experiencia concluye en forma catastrófica. En parte, el fracaso es causa de la precaria situación militar y final derrota del Ejercito del Norte; pero mucho más se debe a la intransigencia y dureza de su gobierno a la hora de imponer un nuevo orden que, a todas luces, se oponía a la cultura política y religiosidad popular.
Tras la derrota de Huaqui –19 de junio– los habitantes del Alto Perú abrieron las puertas de sus ciudades a los realistas y el ejército debió abandonar rápidamente esas provincias. En octubre, Castelli fue separado de su cargo y, en diciembre, enjuiciado en Buenos Aires por sus adversarios políticos, es decir, el Primer Triunvirato. Un cáncer de lengua, lo imposibilitó de defenderse de palabra. La justicia no había llegado a expedirse un año después, cuando falleció en octubre de 1812.
Juan José Castelli tal vez fue nuestro primer gran político. Iluminado por las nuevas ideas desarrolló una acción política que señaló el camino hacia la nueva Nación Argentina. Su vida ilustra las terribles tensiones que deben soportarse cuando se desea cambiar radicalmente su tiempo. Es la historia de las múltiples contradicciones que la acción política debe resolver para prohijar la construcción colectiva de una nueva sociedad.
Castelli fue el primero de los ocho hijos del médico veneciano Ángel Castelli Salomón y Josefa Villarino. Esta última estaba emparentada por vía materna con los Belgrano. Castelli cursó sus primeros estudios con los jesuitas, poco antes de su expulsión, en el Real Colegio de San Carlos, lo cual sentó las bases de sus posteriores estudios religiosos.
Por una disposición de una herencia, uno de los hijos del matrimonio Castelli debía ordenarse sacerdote; a ese destino fue asignado Juan José, y fue enviado a estudiar al Colegio Monserrat, en Córdoba. Allí fue compañero de estudios de otros hombres que influirían en la vida pública sudamericana, como Saturnino Rodríguez Peña, Juan José Paso, Manuel Alberti, Pedro y Mariano Medrano, o el cuyano Juan Martínez de Rozas, entre otros. Allí tomó contacto también con las obras de Voltaire y Diderot y, en especial, con el Contrato Social de Rousseau. Al finalizar los estudios escolares comienzó estudios universitarios de filosofía y teología. Pero, en 1785, al morir su padre, abandonó la carrera sacerdotal, por la cual no sentía una fuerte vocación.
Decidido a estudiar jurisprudencia, rechazó la intención de su madre, de enviarlo a estudiar a España, junto a su primo Manuel Belgrano, a universidades como la de Salamanca o Alcalá de Henares. En lugar de ello, optó por dirigirse a la Universidad de Chuquisaca. Allí conoció los ideales de la Revolución francesa.
De regreso a Buenos Aires, se estableció como abogado, abriendo su estudio en su casa familiar. Representó a la Universidad de Córdoba en distintas causas, y a su tío Domingo Belgrano Peri. Su relación con Saturnino Rodríguez Peña se extendió a su hermano, Nicolás Rodríguez Peña, y a su socio Hipólito Vieytes. La casa de Rodríguez Peña sería en el futuro la sede de reuniones frecuentes de criollos revolucionarios.
En 1794 se casó con María Rosa Lynch, y tuvieron como hijos a Ángela, Pedro (el futuro coronel), Luciano, Alejandro, Francisco José y Juana.